Dado que la Orden Teutónica y la Iglesia quemaron todos los registros relativos a la vida de Raphoma, las pocas escrituras apócrifas, testamentos y archivos protegidos por la misma Iglesia son las únicas fuentes que permiten reconstruir los hechos en los que participó con un rol tanto estratégico como crítico. La Iglesia no solo intentó silenciarla, sino que la declaró enemiga de Dios durante toda su lucha. Esto provocó que ganara más enemigos que aliados, pues emboscaba caravanas que traficaban esclavos con destino eclesiástico y robaba sus suministros constantemente. Su impacto fue tal que, incluso después de su muerte, portar su nombre o apellido implicaba persecución. Esto explica por qué hoy no se encuentra registro alguno de variantes de su nombre entre las generaciones posteriores ni en honor a su legado.
Sobre su niñez, sus discípulos y amanuenses coinciden en que estuvo plagada de violencia y abusos hacia los esclavos humano-animal. Estuvo expuesta constantemente a torturas y ejecuciones, lo que generó en ella que actuara con insesibilidad en ciertas situaciones de su vida, actitudes heredadas de sus padres. No fue sino hasta febrero de 1286 d.C. que presenció la llegada de otro grupo de esclavos de paso, destinados a ser traficados hacia Constantinopla. Entre ellos se encontraba Bernhard, un repomido que más tarde se convertiría en su amigo y confidente. Algunas escrituras relatan que, desde que se le vio con un libro encuadernado en cuero ajado, su comportamiento se volvió más introspectivo y disruptivo. Se le escuchaba discutir con sus padres y luego llorar tras ser reprendida. Dejó de jugar o merodear con los hijos de los esclavos, como solía hacer. También se relata en el códice que comenzó a resistirse a la influencia de sus padres, motivada por la empatía que sentía hacia sus únicos amigos: los esclavos repomidos y rehomidos. Aunque Iseltrude, su madre, insistía en manipular y quebrar la voluntad de su hija, logró empujarla a agredir a la hija de Erika, una de sus subordinadas. Este acto convenció a Erika de que debía asesinar a Raphoma cuando tuviera la oportunidad, lo cual ocurrió en vísperas de ese mismo año, durante lo que sería conocida como La Noche Sangrienta.
Las injusticias y torturas eran el pan de cada día para los esclavos. Algunas noches, Otto cenaba y bebía con ellos, aunque no está claro si lo hacía para apaciguar las tensiones por sus exigencias o si encontraba placer en humillarlos mientras estaba ebrio. Se dice que, como los mercenarios obedecían órdenes directas del Rey de Bohemia, Otto tenía disputas frecuentes por la autoridad en la región. Una noche de septiembre de 1286, Otto von Lader, ebrio, tomó un hacha y asesinó brutalmente a uno de los amigos de la infancia de Raphoma, alegando que ningún “animal inmundo” se emparejaría con su hija. En otra ocasión, Raphoma había presenciado cómo su padre amputaba las manos de una de sus amigas, acusándola de robar algo que ella misma le había regalado. Pero nada la marcó tanto como ver desfigurado el rostro de alguien a quien de niña recordaba gateando a las afueras del bastión. Las súplicas no bastaron para calmar la ira de su padre. Fue después de estos eventos que Raphoma, junto a Bernhard y las subordinadas de su madre organizaron una rebelión. Su objetivo era acabar con los mercenarios que custodiaban el área y tomar el control del bastión.
En diciembre de 1286, criaturas con apenas ramas afiladas para defenderse cuerpo a cuerpo, Raphoma ejecutó el plan acordado. Evitó ser vista por los mercenarios y liberó a todos los esclavos que pudo, dando inicio a una batalla desigual, una batalla que definiría el final de un principio. Se necesitaban al menos cuatro esclavos para someter y matar a un solo mercenario. Muchos voluntarios, incluyendo mujeres y niños, murieron aún cuando se rendían. Los esclavos repomidos pronto hicieron frente a sus opresores, pese a la gran cantidad de caídos y desertores.
Mientras tanto, Raphoma, Bernhard y un pequeño grupo se dirigieron a la habitación de Otto, quien ya los esperaba con espada en mano, sin sospechar que su hija formaba parte de la revuelta. Reducido Otto, el grupo exigió que Raphoma fuera quien lo matara. Horrorizada, empuñó un cuchillo y, como esclava, hija y traidora de su linaje, peleó hasta sangrar. Así se convirtió en la primera niña, mujer y humana en romper la cadena degenerada de esclavitud que pudo haberse prolongado por generaciones. El acto la dejó en estado de shock. Ignoraba que Erika y otros planeaban traicionarla esa misma noche y enterrar a toda la familia Lather antes del amanecer. Acorralada junto a Bernhard, este, en vez de traicionarla según lo pactado, luchó a su lado, acabando con los conspiradores.
Siendo aún adolescente, Raphoma se ganó el respeto y cariño de aquellos que habían sido esclavos de su familia. Emboscó caravanas que trasladaban esclavos, atacó sectas que sacrificaban bebés y niños repomidos en rituales a Moloch, se enfrentó a la Orden Teutónica y a la del Temple, y saboteó los intentos de decretar la purga total hacia los repomidos. Se convirtió en símbolo de admiración para quienes defendía. Aunque la historia la retrata como enemiga de la Iglesia, también colaboró con ella en campañas donde su bastión servía como fortaleza de emboscada contra invasores que pretendían tomar regiones estratégicas del Véneto. Estas colaboraciones, sin embargo, solo le permitieron ganar tiempo ante lo inevitable.
A lo largo de los años, su bastión sufrió innumerables asaltos. Aunque sus seguidores eran diezmados, nuevos voluntarios se unían a su causa. En el año 1308 d.C., la Iglesia Católica envió centenas de mercenarios junto con miembros de la Orden del Temple con instrucciones explícitas de traer su cabeza. Apenas hubo tiempo de reaccionar. Por orden de Raphoma, sus discípulos y varias familias huyeron mientras ella, junto con aproximadamente 45 guerreros —repomidos, rehomidos y humanos—, se quedó a resistir el asalto de más de 500 hombres alentados por una recompensa por su cabeza y la de sus aliados. El bastión, que alguna vez fue refugio para los liberados, cayó. Versiones canónicas coinciden con la versión de sus fieles, que declaran que Raphoma cayó producto de las heridas.
Tras la muerte de Raphoma, quienes la acompañaron en sus campañas comenzaron a difundir sus enseñanzas y relatos. En honor a su legado, se autodenominaron como rapomidos, nombre cuya etimología se compone del prefijo rapom (de Raphoma) y del sufijo -ido, dando como significado general: la voz de Raphoma. Con el tiempo, la fonética alteró una letra, y la pronunciación “repomido”, con “e”, se impuso en casi todo el continente americano.